Me veo obligado a empezar este post con una advertencia: NO hagas como yo. Te ahorrarás un montón de dinero y preocupaciones y podrás disfrutar más y mejor de tu tiempo, viviendo una vida más feliz.
Déjame que te cuente cómo (casi) mis posesiones se apoderaron de mi vida:
Desde que era estudiante, me gustaba coleccionar cosas como cómics y cromos, y me obsesionaba con terminar mis colecciones.
A medida que los años fueron pasando, mi afán consumista y completista creció a la par que mis ingresos. Esto se tradujo en colecciones completas de libros, películas, ediciones limitadas de videojuegos con sus figuras, compras compulsivas de objetos exclusivos, etc...
En el momento de adquirir una de estas cosas sentía una satisfacción repentina, como un subidón de azúcar materialista. Estaba feliz por haber hecho mío un objeto especial, y generalmente caro. Pero después de esa felicidad inicial por la “caza”, ¿sabes qué sentía, aunque intentara negarlo?
Preocupación y miedo: Por que se estropeara, se rompiera, me lo robaran...
Y cuantas más posesiones tenía, las preocupaciones se iban acumulando, junto con un problema cada vez más evidente: la falta de espacio.
Cuando tiempo después decidí emprender la gran aventura de viajar por el mundo, uno de mis mayores quebraderos de cabeza fue el de qué hacer con todas mis cosas y dónde dejarlas. ¿Sabes en qué lío me metí yo solito?
Al hacer la mudanza necesité casi 60 cajas grandes para almacenar mis posesiones, sin contar los muebles y el coche. ¿Y dónde iba a meter yo todo eso? ¿Cómo iba a marcharme desentendiéndome de mis preciados tesoros?
La felicidad momentánea que me habían reportado mis posesiones hacía mucho que había quedado atrás, y lo único que tenía ahora era un problemón de los gordos.
¿A que no sabes lo que tuve que hacer? Tuve que “secuestrar” una habitación entera de casa de mis padres, del suelo al techo, hasta que casi no se podía entrar. También tuve que ocupar un altillo que tienen mis tíos, aunque mis cosas pesaban tanto que el suelo empezó a ceder y hubo que poner unas vigas de refuerzo. Como no me llegaba el espacio, tuve que repartir más cajas entre los trasteros de 4 o 5 amigos. Y finalmente tuve que alquilar un pequeño trastero para las cosas más voluminosas como muebles, colchones, etc.
Supongo que puedes imaginarte el infierno que fueron esos días, y cómo la verdad me abofeteó en la cara. Incluso estaba perdiendo dinero cada mes por aferrarme a todas esas cosas que ya no tenían cabida en mi vida.
Tuve que rendirme a lo evidente: “No puedes seguir acumulando cosas, se están interponiendo en el camino hacia tu felicidad”.
¿Te acuerdas de la famosa escena final de “En busca del Arca Perdida”, cuando guardan el Arca de la Alianza en un gigantesco almacén de reliquias? ¡Pues así me sentía yo con mis pertenencias!
Voy a hacerte dos preguntas:
- ¿Te acuerdas de lo que te regalaron hace 5 navidades? Seguramente la respuesta es “no”, ¿verdad? Y eso que sería algo que te gustaba o que estarías esperando...
- Y en cambio, ¿recuerdas ese viaje o esas vacaciones que disfrutaste hace 5 años? Eso seguro que no lo has olvidado, y probablemente sea un recuerdo que te acompañe el resto de tu vida. Curioso, ¿no?
En nuestra mente, las experiencias son mucho más duraderas que el disfrute de las cosas materiales.
La razón es simple: las experiencias suponen una lección aprendida sobre un suceso vivido, que además es único e irrepetible, sólo tuyo; eso lo hace aún más valioso, tiene un valor emocional.
Y esto no lo digo yo, lo dice la Universidad de Cornell y la Universidad de Colorado tras haber realizado estudios psicológicos sobre el comportamiento humano, en los que descubrieron el efecto llamado como “Paradoja Easterlin”:
A pesar de que las cosas materiales pueden durar mucho en el tiempo, tras experimentar una breve felicidad inicial al adquirirlas, tu interés va decayendo hasta ser sustituído por la indiferencia o incluso la preocupación hacia su desgaste o pérdida de valor.
Con las experiencias sucede lo contrario: Empiezas a disfrutarlas incluso antes de vivirlas. ¿No sientes expectación antes de emprender un viaje, o acudir a un evento, o ante un plan especial con tus amigos? Y a pesar de que son limitadas en el tiempo, su efecto es mucho más duradero. Cada vez que piensas en ellas evocan un recuerdo positivo, a un nivel más profundo de lo que pueden hacer tus pertenencias. Por algo eres la suma de todas tus experiencias, son parte de tí.
Incluso una mala experiencia, con el tiempo se convierte en una valiosa lección aprendida. Te hace crecer como persona, o como mínimo se convierte en una anécdota que puedes contar.
Además, las experiencias consiguen que puedas crear un vínculo social más fuerte que el de las cosas materiales: ¿Con quién te sientes más conectado? ¿Con alguien que también ha viajado a la India (o a cualquier país que hayas visitado) y que haya disfrutado de ese concierto al que fuiste de tu grupo favorito, o con alguien que se haya comprado tu mismo modelo de móvil?
Otro factor que inclina la balanza a favor de las experiencias es el de las comparaciones. Si comparas lo que tienes con otras personas, te van a invadir sentimientos negativos de envidia. Y como las cosas son más fáciles de cuantificar que las experiencias, es a lo que tendemos naturalmente: esa persona tiene un coche con un motor con más potencia que el mío, su casa es el doble de grande que la mía...
Con las experiencias no es tan fácil; y aunque también es posible compararlas (esa persona viaja en Business y yo no, se queda en un resort y yo es un hostel...) se ha demostrado que a la hora de la verdad no producen tanta envidia como comparar las cosas materiales.
OBJETOS MATERIALES
- Empeoran con el tiempo
- Generan estrés y envidia
- No se crean vínculos emocionales
- Te vuelven egoísta e individualista
EXPERIENCIAS
- Mejoran con el tiempo
- Generan lecciones aprendidas
- Forman parte de tu identidad, son únicas
- Son interactivas y se pueden compartir
Así resumido se ve mucho mejor, ¿no? Yo ahora tengo claro que lo único material que mejora con el tiempo es el vino 🙂
Bien, te preguntarás ahora qué cambios podrías realizar en tu vida para no verte arrastrado por tus pertenencias y poder disponer de más recursos para vivir más experiencias.
Puedes empezar con pequeños cambios que liberarán parte de tu espacio físico y despejarán tu mente de preocupaciones:
Tu ropa: Regala o recicla aquella ropa que ya no te sirva, o que no te hayas puesto ni una sola vez en el último año.
Libros, películas, cómics: Quédate sólo con aquéllos que te hayan marcado de manera muy especial, y vende el resto en tiendas o webs de segunda mano. Consejo: Aunque no sea lo mismo, no sabes la de espacio que ahorras teniendo un lector de e-books con todos tus títulos favoritos dentro, que además puedes llevar a todas partes.
Irrenunciables: Separa a un lado una pequeña selección de objetos sin los que no podrías imaginar tu vida o que tengan un alto valor sentimental. En cuanto a lo demás, ¿vale la pena realmente conservarlo todo?
Una práctica que últimamente se está dando a conocer en occidente es el método Danshari, de la japonesa Hiteko Yamashita. Los 3 kanjis que componen la palabra Danshari significan:
断 Dan - Rechazar
捨 Sha - Descartar
離 Ri - Separar
Esto quiere decir que debes pasar por 3 fases para simplificar tu vida y desvincularte de las cosas materiales que no necesitas y te crean necesidades vacías:
- Rechazar la entrada de objetos nuevos en tu vida para suprimir el ansia de comprar y acumular.
- Descartar posesiones materiales que ya tienes y que no te aportan nada importante.
- Separarse emocionalmente de los objetos para cortar los lazos de dependencia y dejar de sentir el deseo de acumular pertenencias.
La autora critica que la sociedad moderna actual manipula a la gente para llenar sus vacíos emocionales con objetos materiales, en vez de solventar esos problemas de forma real. El consumismo y el crecimiento económico han creado raíces tan profundas en nuestra psique, que aceptamos esas prácticas como normales, cuando en realidad son incluso perjudiciales para nuestra salud emocional.
Por eso, Yamashita propone que nos centremos en el momento actual con un doble enfoque:
- descartando los objetos que nos arrastran al pasado y que suponen una carga negativa
- eliminando la necesidad de acumular objetos por si acaso los necesitáramos en el futuro
Quizás hayas oído hablar también del método KonMari de otra japonesa, Marie Kondo. Con sus consejos sobre organización de espacios ha conseguido aparecer en la lista de las 100 personas más influyentes del año 2015 de Time Magazine.
Te propongo un pequeño reto para que compruebes cómo una pequeña acción puede desencadenar un cambio mental positivo:
Prueba a ordenar tu ropa y demás pertenencias de manera que ocupe lo menos posible y de forma armoniosa siguiendo los consejos del método KonMari:
Después de aplicar estos pequeños cambios en tu entorno, ¿no te sientes con más ganas y energías de emprender más acciones positivas en tu vida?
Seguro que tu nueva actitud va a hacer que veas más claro qué es lo que quieres para tu futuro, y quizás decidas ahora realizar ese gran viaje con el que siempre sueñas, o emprender ese proyecto estrella que siempre dejas para más adelante.
¿Estás de acuerdo en que las experiencias son más enriquecedoras que las posesiones materiales?
¿Te animas a realizar estos cambios para una vida más plena?
¡Pruébalo y me lo cuentas en los comentarios!
Nuria dice
Hola, Luis:
Estoy completamente de acuerdo con que es mejor atesorar experiencias que cosas materiales.
Mi debilidad son los libros, así que es lo único que, para mí, es irrenunciable. 😉
Nunca he sido coleccionista, no soy consumista y creo, como tú, que las experiencias enriquecen mucho más que cualquier producto. Me encanta no solo vivir las experiencias en el momento, sino ser consciente del valor de esa experiencia, de ese momento especial. Un simple amanecer, que lo vivimos cada día, puede convertirse en un recuerdo inolvidable.
Me ha gustado mucho el artículo; y el título, también.
Un abrazo,
Nuria
Luis Gago dice
Hola Nuria, me alegro mucho que te haya gustado.
Todos tenemos nuestros pequeños caprichos sanos, el problema es cuando la situación se nos va de las manos, como me pasó a mí.
Viajar me ayudó mucho a ver las cosas desde otra perspectiva; como el ejemplo que mencionas del amanecer, las mejores cosas de la vida son gratis y no hace falta comprarlas. Además según van pasando los años, lo que uno recuerda de forma más viva son experiencias y momentos especiales.
Muchas gracias por pasarte 🙂
ADELA EMILIA GOMEZ AYALA dice
Ciertamente que el coleccionismo desmedido puede ser un problema.
Yo únicamente coleccionaba libros, que a medida que leía, ponía en venta.
Pero los apasionados por el coleccionismo, necesitan auténticos palacetes para guardar sus colecciones
Luis Gago dice
Exacto Adela, acumular objetos a la larga siempre va a traer consecuencias negativas. No sólo por problemas de espacio, sino porque corremos el riesgo de aumentar nuestra dependencia de cosas materiales. Por eso lo mejor es intentar atajar el problema lo antes posible. Yo ahora me estoy deshaciendo de la mayoría de cosas que ya no me proporcionan la satisfacción inicial del momento en que las compré. ¿Y sabes una cosa? Es una sensación liberadora, me hacer sentir bien conmigo mismo.
¡Gracias por tu comentario!
maite dice
Qué bueno Luis!
precisamente tengo previsto un artículo sobre esto, jeje.
A mí me pasó exactamente lo mismo con la fiebre consumista, en mi caso para llenar un vacío vital que no conseguía llenar. Y al cabo de tiempo tuve que tirar de casa de mis padres para guardarlo todo. Me he mudado varias veces y cada vez que me mudaba me comían las cajas y cajas de cosas, y sobre todo ropa, que incluso nunca me ponía.
Y aunque aún no me he deshecho de todo, he conseguido dejar de acumular, y cuántas menos cosas compro más libre me siento.
No conocía esas técnicas japonesas, muy interesantes. Yo intenté poner en práctica el «Proyecto 333, 3 meses con 33 prendas», y al menos he reducido bastante el volumen de mis armarios.
Me sumo a tu reivindicación: menos cosas más momentos, ¡qué corra como la pólvora!
Un abrazo y enhorabuena por el artículo y por tu peazo blog 😉
Luis Gago dice
¡Muchas gracias Maite!
Ya veo que hemos pasado por un proceso similar. Lo importante es aprender la lección y valorar lo que realmente tiene sentido en nuestras vidas, dejando ir lo que no nos llena, porque si no a la larga nos va a causar problemas.
Por cierto, no conocía el Proyecto 333, me gusta la idea. Lo que leí yo es que los armarios de ropa no deberían llenarse nunca más de un 70%, para evitar la sensación de que están abarrotados y que nuestra ropa «respire». Eso, y la regla de oro de «lo que no te has puesto en un año, déjalo ir».
Y enhorabuena a tí por tu Camino Inverso, no podías empezar mejor, menuda acogida, ¿no? 😀 ¡Un abrazo!
eva dice
¿¿¿¿Finalmente qué hiciste con todas tus cosas???? un artículo superinteresante y bien desarrollado, muchas gracias
Luis Gago dice
Hola Eva,
pues si tienes curiosidad, te comento que me he deshecho de la mayor parte de mis cosas, vendiéndolas o regalándolas, y para mi ha sido como quitarme un enorme peso de encima. Tras todos estos años viajando, me he dado cuenta que todo lo que necesito puede caber en una mochila. Me alegro mucho que hayas encontrado el post interesante, ¡recuerda no hacer como yo! 🙂
Un abrazo